En su aspecto poltico ms genrico y comnmente conocido, el racismo se empea en individualizar al tipo humano predominante en una determinada comunidad nacional, en preservarlo de cualquier alteracin y contaminacin, en potenciarlo, en hacerle corresponder un determinado sentimiento y un determinado orgullo, el cual se dirige a desarrollar, tonificar, hacer ms concreto y "orgnico" el principio genrico de la nacionalidad. Se trata as, en primer lugar, de una continuacin de todo aquello que el Fascismo desde su adveniento ha buscado en materia de poltica y de higiene social y, luego, en tanto escuela de virilismo y de fuerza para el pueblo italiano y sobre todo para sus nuevas generaciones. La conquista del imperio africano ha trado como natural consecuencia un nuevo orden de medidas protectoras y profilcticas, procedentes de anlogas exigencias y de la evidente oportunidad de que, en el contacto con pueblos inferiores, el pueblo italiano tuviese el muy neto sentido de las diferencias, de su dignidad y de su fuerza.
En un segundo aspecto de carcter interno el racismo se presenta como una nueva "potencia" del nacionalismo, porque el sentirse de una misma "raza" -aun cuando esta expresin valga ms como un mito que como una idea muy precisa- es evidentemente algo ms que sentirse de una misma "nacin". En tanto mito poltico, la "raza" es la nacin viviente, no encerrada en abstractos lmites jurdicos o territoriales, ni agotada en una simple unidad de cultura, lengua e historia. El sentimiento de "raza" va hacia algo ms profundo de todo esto, va hacia los orgenes y es inseparable de un sentimiento de continuidad, ella toca cuerdas profundas del ser humano. Es una verdad sta que se refleja tambin en la sabidura popular, en sus modos de decir, como "la voz de la sangre", "la raza no miente", "el que tiene raza", "venganza" o "culpa de la sangre", etc.