Piloto De Stukas
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Piloto De Stukas

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Paperback
$25.09
Nueva edicin en papel revisada con fotos.Nota del editor: la versin kindle ya est eficazmente corregida.Hans-Ulrich Rudel, autor de este libro autobiogrfico, inici la Segunda Guerra Mundial con el grado de subteniente y la acab con el de coronel de la Luftwaffe. Segn sus instructores, no se encontraba entre los individuos mas dotados para el pilotaje, no pasaba de ser una mediana. Le hubiera gustado pilotar un avin de caza pero tuvo que adaptarse a los Stukas, bombarderos que, al principio le parecieron pesados y poco manejables. No obstante, en ellos realizo 2.530 vuelos de guerra, con el resultado de la destruccin de 500 tanques rusos y el hundimiento del acorazado Marat. Al final de la guerra acab con la nica pierna que le quedaba escayolada. Fue el soldado mas condecorado de Alemania.De una pgina del libro: ...Picamos, el uno detrs del otro, en un ngulo que debe oscilar entre los 70 y 80 grados. Ya el Marat se encuadra en el visor, se agranda, se hace enorme. Todos sus caones estn apuntados directamente a nosotros y tenemos la impresin de precipitamos hacia un muro de fuego. Tanto peor, hay que pasar; si lo conseguimos, la infantera no se ver detenida a lo largo de la costa y pagar menos caro cada pulgada de terreno. De repente abro desmesuradamente los ojos: el aparato del capitn, del que estoy separado por slo algunos metros, parece que literalmente me deja en el sitio. En pocos segundos lo veo ya lejos. Es que en el ltimo momento ha recogido los frenos para llegar ms aprisa abajo? Naturalmente, lo imito de nuevo; a toda velocidad me precipito sobre la cola del avin delante de m. Y entonces me doy cuenta de que mi avin es ms rpido y que no puedo hacerme con l. En el instante de alcanzar a mi jefe percibo, justo delante de m, la figura lvida del subayudante Lehmann, el ametrallador del capitn. Cree que de un momento a otro mi hlice cortar el timn de su aparato. Con toda mi fuerza empujo la palanca para acentuar mi ngulo de cada; debo de estar casi vertical. Un sudor glacial se desliza por mi espalda. El avin del capitn est exactamente debajo del mo. Pasar sin tocarlo, o iremos los dos a abatirnos en llamas?...Otro pasaje: ...Hecho curioso: la idea de rendirme pasivamente ni siquiera cruza por mi mente; en lo nico en que pienso es en escapar, aunque slo tenga una probabilidad entre cien de conseguirlo. En ningn caso quiero ser prisionero de los soviets; se pondran muy contentos de tenerme. Prudentemente, vuelvo la cabeza para ver si detrs de m la va est libre; en seguida los tres rusos sospechan algo y uno de ellos grita " stoy!"( alto!). Tanto peor, me bajo bruscamente al mismo tiempo que giro sobre mis talones y me pongo a correr, zigzagueando sin cesar. A mi espalda se oyen tres detonaciones simultneas y en seguida la metralleta empieza a escupir sus rfagas. Siento un dolor lacerante en la espalda, pero contino corriendo como una liebre, siempre zigzagueando; alcanzo la cima de una colina mientras las balas pasan silbando a izquierda y derecha. Los rusos me persiguen con una tenacidad desagradable: corren, se paran para tirar, vuelven a correr, se paran otra vez, disparan y no me atinan. Nunca hasta ahora haba hecho un "sprint" parecido; es una pena que no haya un cronometrador en los alrededores, estoy ciertamente a punto de batir el record de los 400 metros. A cada paso, la sangre brota de mi espalda, debo luchar contra el desvanecimiento; un negro velo cruza ante mis ojos, aprieto los dientes dicindome que el destino abandona slo a aquellos que se abandonan a s mismos...
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