Esta amable carta, de una antigua empleadora, me fue entregada estando yo agotada y desanimada, tras una bsqueda infructuosa de un puesto como el que hora me ofrecan. Estaba tan interesada que me apresur a salir de nuevo, con la esperanza de que nadie se me anticipara con los Carruth. Hecha de un imponente bloque de granito, la casa se levantaba en una tranquila plaza del West End que tena su propio pequeo parque, donde haba una fuentecita y donde los nios paseaban bajo sus capuchas blancas. Elegantes carruajes entraban y salan, las damas suban y bajaban con ligereza por los amplios escalones arrastrando sus vestidos de seda, y los caballeros, con sus trajes de montar intachables, pasaban a medio galope sobre sus hermosos caballos. Incluso las mujeres y los hombres de servicio tenan aspecto de que La buena vida bajo las escaleras hubiese sido representada en este siglo, al igual que en el pasado, y todo participaba del aire de lujo que impregnaba el ambiente, tan agradable como el sol en otoo. Los Carruth deben de ser una familia feliz, pens al acordarme de mi propia pobreza y soledad, mientras esperaba de pie a que contestaran a mi tmida llamada al timbre.
Esta amable carta, de una antigua empleadora, me fue entregada estando yo agotada y desanimada, tras una bsqueda infructuosa de un puesto como el que hora me ofrecan. Estaba tan interesada que me apresur a salir de nuevo, con la esperanza de que nadie se me anticipara con los Carruth. Hecha de un imponente bloque de granito, la casa se levantaba en una tranquila plaza del West End que tena su propio pequeo parque, donde haba una fuentecita y donde los nios paseaban bajo sus capuchas blancas. Elegantes carruajes entraban y salan, las damas suban y bajaban con ligereza por los amplios escalones arrastrando sus vestidos de seda, y los caballeros, con sus trajes de montar intachables, pasaban a medio galope sobre sus hermosos caballos. Incluso las mujeres y los hombres de servicio tenan aspecto de que La buena vida bajo las escaleras hubiese sido representada en este siglo, al igual que en el pasado, y todo participaba del aire de lujo que impregnaba el ambiente, tan agradable como el sol en otoo. Los Carruth deben de ser una familia feliz, pens al acordarme de mi propia pobreza y soledad, mientras esperaba de pie a que contestaran a mi tmida llamada al timbre.