Desde hace treinta y siete aos, vivimos en plena falsificacin histrica. Una falsificacin muy hbil: para empezar, arrastra a las imaginaciones populacheras; luego se apoya sobre la conspiracin de esas mismas imaginaciones. Se empez por decir: he aqu cuan brbaros eran los vencidos de la ltima guerra mundial que, adems, se desat por su culpa exclusiva. Luego se aadi acordaos de cunto habis sufrido, los que padecisteis su ocupacin, y de cuanto pudierais haber sufrido, los que no fuisteis invadidos por haber preservado vuestra neutralidad los nobles Aliados. Se invent, incluso, una filosofa de esa falsificacin. Consiste en explicamos que lo que unos y otros eran realmente no tiene ninguna importancia; que slo cuenta la imagen que se haba creado, y que esta transposicin es la nica realidad. Un par de centenares de vividores de la prensa, la radio y la televisin, creadores a tanto alzado de la llamada Opinin Pblica Mundial quedaban, de esta guisa, promocionados a la existencia metafsica.
Pero yo creo, tozudamente, estpidamente, en la Verdad. Quiero creer en la Verdad. Me empeo en creer que acaba por triunfar de todo, incluso de la imagen que se ha creado industrialmente. Y que triunfara cuando llegue el Nuevo Amanecer, que probablemente no veremos, ni esta generacin ni la prxima, ante el maniquesmo imperante en nuestra poca, con unos ngeles de la Virtud y unos rprobos derrotados por aquellos.