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CÉLULAS DE LABORATORIO
Las piedras no tienen vida. El ornitorrinco, los líquenes y las Kardashian, sí. En algún momento, cuando ‘voz’, ‘reptar’ o ‘germinar’ ni se atisbaban en el vocabulario de la Tierra, algunas moléculas inertes iniciaron una novedosa forma de interactuar y reaccionar que las llevó a formar unidades mayores capaces de alimentarse, crecer, reproducirse y evolucionar. Esas primeras reacciones constituyeron el vértice inicial de un abanico que iría desplegándose en proteínas, células, protozoos, algas, hongos, crustáceos... hasta la incontable variedad que conocemos (y aún desconocemos) ahora, incluidos los humanos que han aprendido a curiosear en todos esos procesos y a intentar manipularlos para beneficiarse de ellos o, sencillamente, reconstruir ese complejísimo, fascinante y aún misterioso recorrido. Empezando por sus unidades mínimas.
“Uno de nuestros objetivos a largo plazo, muy ambicioso, es intentar…
