Lo que no le gusta a tu reloj es la energía que va en contra de su mecánica y hace que sus piezas salgan de su eje de funcionamiento o se rompan. Entre estos factores están las caidas; la presión del agua que puede introducir líquido (recuerda que tu reloj se oxida con la humedad); otro más es el magnetismo, cualquier campo magnético a tu alrededor, como una tableta, un celular o hasta un imán, puede perturbar las piezas internas. La fricción entre sus componentes en constante movimiento hace que la lubricación sea inminente, manteniendo su buen trabajo y cronometría.
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MÁS VALE PREVENIR
Lo primero es conocer tu reloj: qué tan hermético es, si cuenta con piezas que lo hacen antimagnético, su resistencia al polvo, la garantía ofrecida y los períodos de mantenimiento recomendados por la marca. No olvides, además, solicitar que sellen la garantía al momento de comprarlo. En el uso diario, evita al máximo la exposición a campos magnéticos, ya que son la principal causa por la que los relojes requieren servicio correctivo. Aunque tu reloj sea resistente al agua, revisa si puedes bañarte o meterte a nadar con él, incluso hay algunos modelos con los que puedes bucear, pero en general no debes presionar ningún pulsador cuando estés sumergido. Guardar tu reloj también es un arte, puedes hacerlo en su estuche, pero si lo dejas por un periodo largo, la lubricació...